Durante los sábados de mayo del 2018, mi amigo Minoru Kiyota y yo estuvimos sentados afuera del local I-21 en el pasillo verde del Tianguis del Caballito de 1 a 5pm. En el piso del local montamos una sección del plano de Mexicali con vinil y sobre dos puntos distintos colocamos pedazos de escombros de adobe y concreto. A Minoru le gusta recoger escombros de demoliciones que le representan algo.
Cuando los paseantes del tianguis se detenían los saludábamos para invitarlos a entrar, porque no todos querían entrar al local que tiene cara de galería. Adentro les compartíamos un par de hojas de papel traslucido con planos traslapados; el del Tianguis del Caballito sobre el de Mexicali. En el traslape de las hojas había dos puntos coincidentes coloreados, justo sobre las cuadras de Mexicali que tenían pedazos de escombro en el local.
El mapa y una leyenda sugerían ir a los puntos señalados; caminar desde el local I-21 hasta los puntos coloreados del tianguis.
Al caminar hacia los dos puntos se encontraba una maqueta en cada sitio, una de la maltera de Mexicali y otra de la representación de una casa. Así se descubría la procedencia de los escombros.
Las maquetas estaban montadas sobre bases de madera con cajones que contenían más de los mapas traslapados. Así que hubo quienes llegaron al local después de encontrarse con una maqueta y no al revés.
Durante los cuatro sábados de mayo tuvimos tres encuentros significativos con personas que llegaron mapa en mano para platicar sobre sus recuerdos de casas de adobe—desde su fabricación hasta su sensación térmica y lo que significa preservarlas a pesar de poder costear la construcción de una casa de ‘material’. Además de estos tres encuentros tuvimos un buen número de platicas con visitantes.
Cuando Adrián Pereda nos invitó a usar el local con una intervención específica pensamos en articular animosamente un ejercicio de interacción para los visitantes. Para nosotros fue tan importante exponer sobre patrimonio construido como hacerlo evidentemente dialógico para el público del tianguis. Si al ejercicio se le sobreponen interpretaciones de la deriva y demás temas está bueno, pero lo más gratificante fue percatarnos de cómo un par de escombros tocan fibras emocionales, traen recuerdos y provocan diálogos sobre percepciones que compartimos sobre espacios y materiales.
Video y edición: Adrián Pereda